Fobia

RELATO CORTO FOBIA

FOBIA

Suena el despertador y abro los ojos. El primer pensamiento que llega a mi mente es que hoy estoy obligado a salir.

Siento como la intranquilidad y la ira comienzan a anidar en mi ser. Noto calambres en el estómago. Trato de tranquilizarme, pero no lo consigo. Está claro: Los odio.

Desayuno y apuro al máximo el tiempo antes de salir, pero finalmente debo hacerlo. No cojo el ascensor y bajo deprisa los escalones. Se ha hecho más tarde de lo previsto. Solo son diez calles, pero debo hacerlas a pie, porque no hay buena comunicación.

Abro la puerta de la escalera y salgo a la calle. La acera está inusualmente tranquila, pero estoy convencido de que es algo anecdótico. Seguro que cuando ande un poco empezará a pasar lo de siempre…

Comienzo a bajar por la calle Padilla, como siempre por la acera de mi mano derecha y poco antes de cruzar Travesera de Gracia, aparece la primera barrera… ¡Era de esperar! ¡Siempre lo mismo! Cuatro personas, una al lado de la otra, andan parsimoniosamente ocupando todo el ancho de la acera.

Cuando llego detrás de ellos carraspeo, con la vana esperanza de que me permitan pasar. Uno de estas personas mira de soslayo. No dice nada y sigue andando junto a las otras tres con toda tranquilidad… percibo el odio creciendo en mi interior. Me apetecería abofetearlos, pero me reprimo y bajo de la acera para poder adelantarles.

RELATO CORTO FOBIA
RELATO CORTO FOBIA ©MONTSERRAT VALLS GINER Y ©JUAN GENOVÉS TIMONER

Cuando ya lo he hecho me giro a mirarlos tratando de hacerles notar que me han impedido transitar correctamente por la acera. Para mi estupor el que había mirado de soslayo hace una mueca de reproche que hace que, aún sin haberlo dicho, me llegue con claridad que considera que soy un auténtico capullo.

Miro a mi alrededor tratando de encontrar algún palo… pero de nuevo me contengo y sigo avanzando, mientras sorteo bicicletas y patinetes que, circulan por la acera a pesar de estar prohibido…

Me faltan dos calles para llegar a un nuevo obstáculo: la terraza de un bar sobre la acera… Una terraza que deja reducidos a 2,5 m los 5 que tiene la acera.

Antes de llegar allí sé con certeza que aun estando vacía toda la acera, será allí, precisamente allí donde un par de pazguatos o pazguatas estarán ocupando el poco espacio que deja la terraza, para explayarse en un huero discurso, mientras sus bultos, maletas, carros o cualquier otra cosa que ayude a entorpecer el paso, reposan tranquilamente gozando de la mayor amplitud posible.

Llego allí y como no podía ser de otra forma, encuentro la escena que desde hace dos calles voy pensando. Esta vez ya no logro dominarme y les espeto: —¿No se dan cuenta que entorpecen el paso? ¿Son conscientes que se han parado justo en el lugar más estrecho? ¿Acaso desconocen que el mejor lugar para pararse sin molestar es el espacio entre dos de los árboles que adornan las aceras del Ensanche?

Por respuesta me llega una especie de alarido diciendo: —Pero, ¡tú que te has creído grandísimo gilipollas! ¡Tienes paso de sobra! Me dice señalando el escaso palmo y medio que queda entre los bultos depositados estratégicamente para fastidiar y la pared.

Juro por Dios que me ha costado un enorme esfuerzo no retorcerle el pescuezo… He conseguido evitarlo pensando que el psicólogo me dijo que tengo fobia social y que dado que no evoluciono correctamente con la terapia que debo visitar al psiquiatra para que me de algún que otro fármaco.

Con ello, según su opinión, conseguiré paliar mis desproporcionadas reacciones y como que ahí me dirijo, he decidido frenar el impulso y pasar por el menguado espacio que tan “gentilmente” me han señalado. Eso sí, “sin querer”, he tropezado con una de las maletas que, con estrépito, ha caído grácilmente.

Mientras seguía avanzando todavía he podido oír que el propietario de la misma le decía al otro: —pero ¿has visto lo que ha hecho este hijo de p…?

He obviado el insulto y a la sazón decido llevar mis pasos por un pasaje bastante menos concurrido. Al menos durante un pequeño tramo disfrutaré de espacio y paz…

Justo antes de entrar en el mismo una furgoneta también ha optado por este camino… Sigo andando y para mi estupor, la furgoneta se detiene y un hombre de cierta edad baja y abre las puertas traseras. Comienza a sacar bultos que va depositando sobre la acera. “Mí” acera, la de mi mano derecha.

Creo que no podré detener mis ansias asesinas y que este pobre desgraciado habrá realizado su último trabajo. Rojo de ira me encamino hacia él con el corazón latiendo desbocado y con paso acelerado.

Justo cuando me faltan dos metros para atacarle, el hombre se da cuenta de que alguien se acerca y antes incluso de mirarme dice: —¡Perdone! ¡No me había dado cuenta de que venía usted! Ahora mismo saco los bultos.

Entonces me sorprendo a mí mismo, cuando con una sonrisa en mis labios, cortésmente le digo: No se preocupe usted. Puedo pasar perfectamente por la otra acera.

El hombre me responde: —acepte mis disculpas. Muchísimas gracias por su gentileza.

—No hay de qué, buen hombre. —Justo en este momento me doy cuenta que lo de la fobia social es una auténtica chorrada. No tengo fobia social. Simplemente me molesta la descortesía, la mala educación, el egocentrismo, la maldad. La gente que se preocupa solo de su ombligo y que encima llevan a rajatabla lo de “mantenello y no enmendallo”. Decido que no voy a ver al psiquiatra ya que por muchos medicamentos que me dé, no se acabará con la estulticia de la gran mayoría…

No puedo evitar pensar en cómo se ha llegado aquí. Me doy cuenta que desde el plan de estudios del 73, cada vez se han ido eliminando las asignaturas que ayudan a cultivar el pensamiento, las asignaturas que enseñan a comportarse y que aportan valores.

Se han acabado los maestros que además de enseñantes eran educadores. Se han acabado los padres que ayudan a formar el carácter de sus hijos y que encima de no hacerlo, no tienen tiempo para dedicarles y los llevan a los abuelos.

Se han obviado los valores. Se ha perdido la comprensión, el esfuerzo y el rendir adecuadamente en cualquier cosa que deba hacerse. A cambio se han incentivado las ínfulas desmedidas, la envidia, la mala fe, la crítica por que sí. Y sobre todo la descortesía…

No sé si estaremos a tiempo para corregirlo, porque en un mundo globalizado como el que nos toca vivir, no hay decadencia de imperios que den paso a otros… Todos los que nos dirigen sean de donde sean, son los mismos perros con diferente bozal…

Se preocupan de llenar sus bocas con el cambio climático, pero siguen esforzándose en que el pueblo no tenga la formación necesaria, que les permita pensar y ser críticos… Cuanto menos se piense y menos crítico se sea, menos problemas tendrán ellos para seguir viviendo del cuento…

Estoy completamente seguro de que lo mío, no es fobia social. Simplemente me siento impotente para hacer cambiar la sociedad…

Bueno, termino ya. Dejo de daros la vara… A, por cierto, disfrutad esquivando a la gente que ocupa desmesuradamente las aceras.

Fobia – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés

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