Colapso

RELATO CORTO COLAPSO

COLAPSO

Robert miraba divertido a su hijo John de cuatro años que, se esmeraba en construir una pelota con periódicos viejos y un trozo de cuerda.

Le recordaba a las historias que tantas veces le había contado su abuelo Peter de como se fabricaban ellos mismos los juguetes en la época de escasez, que le había tocado vivir… Y ahora era a su hijo a quien le tocaba construírselos, aunque lo cierto es que, haciéndolo, se lo pasaba muy bien.

Cada vez que terminaba alguno, fuera una pelota, una espada de madera o incluso una canica hecha de barro y secada al sol, se lo mostraba orgulloso de su “hazaña”.

Sí, había de reconocer que al pequeño se le veía feliz y disfrutando al preparar los juguetes con los que jugaría con sus amigos.

Por lo menos mucho más feliz que aquellos pequeños medio alienados que, quince años atrás, fijaban su vista en la pantalla de cualquier móvil o tableta. Eso sí, con cara de absoluto aburrimiento, pero sin ser capaces de dejar de hacerlo.

COLAPSO - ©MONTSERRAT VALLS Y ©JUAN GENOVÉS.
COLAPSO – ©MONTSERRAT VALLS Y ©JUAN GENOVÉS. IMAGEN: ©SKITTERPHOTO EN PEXELS

Solo faltó la aparición de la inteligencia artificial para terminar de idiotizar a la humanidad entera. Llegó un momento que, incluso, para hablar con la persona que tenían al lado, eran incapaces de hacerlo sin usar el chat de IA de su móvil… A cambio, la mayoría de los móviles disponían de pantallas en 3D.

Robert, viendo a su hijo, se sintió feliz de haber tenido la suerte de abandonar la “comodidad” de la ciudad y su trabajo, para reubicarse en el campo… Sí, el campo, aquel campo tan abandonado y vilipendiado por casi todos…

Le había costado mucho, incluso, convencer a su esposa y también a sus padres. Ninguno de ellos era consciente de lo que se avecinaba. Solo él lo vio con claridad meridiana.

Y, además, tuvo la suerte de haber elegido el momento justo para hacerlo. Recordaba con agradecimiento aquel primero de agosto de 2030, en el que se subieron al coche y comenzaron unas vacaciones sin vuelta atrás. Empezando un nuevo estilo de vida.

Hanna tardo meses en perdonárselo… Bueno, más que perdonárselo tuvo que rendirse a la evidencia de que había tenido razón al hacerlo.

Justo en las fiestas de Navidad del 2030, el sistema energético colapsó. La cantidad de energía que precisaba la IA, los coches eléctricos y toda la serie de “avances” y “logros” del ser humano, convirtieron en inviable el sistema de producción y distribución de energía y el mundo se apagó.

Todo el mundo pensaba que sería un problema puntual que se resolvería con facilidad, pero no fue así.

Trataron de reparar los tendidos eléctricos, pero la misma falta de electricidad impedía la fabricación del cable de cobre necesario para hacerlo. Probaron de incrementar la producción de energías alternativas, pero no podían tan siquiera fabricar los paneles solares o los molinos eólicos, ni tampoco aprovechar la energía del mar o de los ríos.

Además, las pequeñas chapuzas que consiguieron hacer para seguir distribuyendo energía eran inmediatamente colapsadas de nuevo por la IA, ávida de energía, ya que el ser humano no era capaz de hacer nada sin ella.

Poco tiempo después comenzó la escasez de alimentos, no había energía para hacer funcionar las máquinas para labrar, sembrar, cosechar, ni tampoco medios para distribuir las pequeñas cosechas que se conseguían de manera artesana.

Murió mucha gente de inanición. Encima, la locura se instauró en los políticos que, tratando de gestionar la hambruna, usaron los pocos medios bélicos que quedaban para tratar de quitarles a otros países los recursos que pudieran tener…

No solo no sirvió de nada si no que aún complicó la subsistencia del ser humano, que fue incapaz, al no disponer de coches, de desplazarse a zonas rurales, para conseguir nuevas formas de sustento.

Sí, claro está, algunos habían llegado. Gracias a eso John tenía un buen grupo de amigos y se lo pasaban muy bien… No solo ellos, también los padres se sentían mejor al haber adaptado su vida a los biorritmos lógicos… a los del Sol

Robert deseó que a nadie en aquel 2045 y, aún mejor, al menos durante unos cuantos siglos se le ocurriera volver a ser “creativo” e iniciara con sus inventos una nueva era de “prosperidad”.   

Colapso – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés

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