RELATO CORTO PIES BLANCOS – PIES NEGROS

PIES BLANCOS – PIES NEGROS

En el pintoresco pueblo de Patasclaras, existía una tradición tan antigua como el musgo en las piedras: todos los habitantes debían tener los pies o bien inmaculadamente blancos, o bien de un negro azabache profundo. No había término medio. Los «Pies Blancos» se enorgullecían de sus pedicuras diarias con leche de cabra y polvos de talco de los Alpes. Los «Pies Negros» se untaban con una mezcla secreta de hollín de chimenea y aceite de oliva, que dejaba un rastro por donde pasaban.

El enigma no era cómo lo hacían, sino por qué. Nadie lo recordaba. La abuela Pura, la más anciana del pueblo, solo decía: «Así ha sido siempre. Mis abuelos tenían los pies blancos o negros, y los suyos, y los de sus abuelos. Es la esencia de Patasclaras».

Un día, llegó al pueblo un forastero llamado Blas, un viajero con los pies de un color… normal. Ni blanco, ni negro. ¡Un escándalo! El alcalde, Don Rodolfo, un Pies Blancos con una obsesión por la simetría, lo recibió con los brazos cruzados.

—Joven, ¿qué es esa aberración que lleva en los extremos inferiores? —preguntó, señalando los pies de Blas con un bastón. —Son mis pies, señor alcalde. De color carne, como los de la mayoría de la gente. —¡Imposible! Aquí, o son blancos, o son negros. ¡Elija!

PIES BLANCOS O NEGROS
PIES BLANCOS O NEGROS

Blas, intrigado, decidió quedarse y desentrañar el misterio. Observó las rutinas: los Pies Blancos resbalando en el talco, los Pies Negros dejando huellas por todas partes. Las discusiones eran épicas: «¡Tu blanco no es tan blanco como el mío!» o «¡Ese negro parece más bien gris oscuro!».

Una tarde, mientras Blas ayudaba a la abuela Pura a ordenar su desván, encontró un viejo pergamino amarillento. Era un decreto del fundador del pueblo, el Duque Pataslargas. Blas lo leyó en voz alta:

«Por la presente, y para evitar confusiones en la lavandería, se ordena que todos los calcetines sean o bien blancos, o bien negros. Y para que nadie se equivoque al ponérselos, se recomienda encarecidamente que los pies que los vistan sean del mismo color.»

Hubo un silencio sepulcral. La abuela Pura se llevó una mano a la boca. —¿Todo este tiempo… por los calcetines? —murmuró.

Blas estalló en carcajadas. La noticia corrió como la pólvora. Al principio, hubo indignación. Luego, una risa colectiva que sacudió Patasclaras. El alcalde Rodolfo, con sus pies blancos impolutos, se quitó un calcetín y lo miró con incredulidad. Desde ese día, la tradición cambió. Ahora, en Patasclaras, la gente se pintaba los pies de todos los colores imaginables, pero solo una vez al año, durante el «Festival del Calcetín Perdido», en honor a la absurda pero entrañable historia de sus pies blancos y negros. Y Blas, por supuesto, fue nombrado el «Descubridor de la Verdad Calcetínica»

Pies Blancos – Pies Negros – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés

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