RELATO CORTO LOS TRES MONOS SABIOS
LOS TRES MONOS SABIOS
Bernardo es un niño superdotado. Tiene poco más de tres años y habla con una riqueza de vocabulario que muchos niños de 10 años no tiene y lo que aún es más inaudito es capaz de leer y escribir de forma más que aceptable.
Sus padres, desde que nació, lo veían extraño y no acababan de saber cómo debían tratarle, cuando cumplió un año, decidieron llevarle a una guardería para que al relacionarse con otros pequeños adquiriera unos hábitos comportamentales más normales.
Pocos días después les llamaron de la guardería para decirles que el niño no se relacionaba con los demás y que parecía aburrirse soberanamente y que no sabían qué hacer con él. La directora había hablado con un compañero especializado en niños difíciles para que le echara una mirada a ver si detectaba alguna cosa.
Tres días después el amigo de la directora fue a ver al pequeño y tratando de ganárselo le dijo:

—¡Hola Bernardo! ¿Cómo estás? ¿Te lo pasas bien?
El niño de poco más de un año le respondió presto
—Me aburro muchísimo
El hombre se quedó alucinado. Además de hablar lo hacía con seguridad y coherencia.
—¿Qué te gustaría hacer?
—Quiero aprender a leer
Sorprendidísimo tomó un libro que llevaba en su maletín. Era el libro con el que enseñaba a leer a niños difíciles.
Comenzó a mostrarle las vocales, cuando pasados unos minutos el niño ya era capaz de identificarlas e incluso dibujarlas continuó explicándole como se leían las consonantes con cada una de las vocales. No habría pasado ni una hora cuando el pequeño ya era capaz de recordar y pronunciar correctamente cada sílaba que le había enseñado.
Pedro, que así se llamaba el hombre, supo que delante de él tenía un niño superdotado y así se lo dijo a la directora de la guardería y le propuso así mismo que les comentara a los padres que, al cumplir los dos años, sería conveniente que le llevaran a un centro especializado en niños con altas capacidades. Le dio el nombre y la dirección del mismo.
Los padres al enterarse pensaron que, aunque este centro fuera la solución ideal, con sus limitados ingresos no podrían permitírselo. Entristecidos se lo comentaron a la directora de la guardería y le pidieron que le preguntaran al Sr. Pedro dónde podían dirigirse que fuera un lugar dependiente de la administración pública.
Pocos días después, Pedro, se puso directamente en contacto con Roberto y Laura, los padres de Bernardo, para explicarles la solución que había encontrado. Podrían llevar gratuitamente al niño al centro que él les había dicho, a cambio de que permitieran realizar algunos estudios con el niño ya que por la edad que tenía, manifestaba unos niveles de capacidades mucho más altos de la media de otros superdotados de su misma edad.
Los padres estuvieron de acuerdo siempre que se tratara de pruebas psicológicas y en ningún caso invasivas o con posibilidad de efectos secundarios.
A los dos años el niño ingresó en el centro y pareció encontrar aquello que necesitaba, su curiosidad y las ganas de aprender cada vez eran mayores, hasta el punto de que a sus padres les resultaba difícil estar al nivel que precisaba el pequeño. De hecho, ya leía mejor y más rápido que ellos.
Al cabo de poco tiempo, tratando de evitar que se aburriera con ellos, pensaron en comprarle un perrito, tal vez así tendría un compañero de juegos y se sentiría más acompañado, más feliz.
Días después Roberto se presentó en casa con Boby en brazos, un cachorro de bichón maltés…
Bernardo, al verlo, quedó extasiado, inmediatamente, lo cogió en sus bracitos. Boby sin más preámbulos le dio un enorme lametón en la cara. El niño comenzó a reír y se sentó en el suelo con el perrito, que se arrimó a él sentándose a su lado mientras le miraba fijamente.
Pasaron los días y se convirtió en costumbre que el niño y el perro se sentaban uno frente al otro y Boby miraba extasiado a Bernardo mientras le hablaba sin cesar contándole lo que aprendía en el colegio y las cosas que le gustaría saber.
La estampa de Boby era divertidísima, le escucha con atención, fijamente con ojos amorosas, como si estuviera comprendiendo todo lo que el pequeño le contaba.
Los padres no entendían nada. Como podía ser que un cachorro y de una raza tan juguetona, cuando estaba con el niño, simplemente se sentara a escucharlo.
Pasó el tiempo y esta extraña imagen dejó de sorprenderles y ya no le prestaban demasiada atención.
Un día, de repente Boby sorprendió al pequeño cuando en respuesta a lo que le estaba explicando respondió con una voz un tanto ululante… —Es muy interesante.
El niño, sin inmutarse en exceso, le preguntó: —¿Puedes hablar? ¿Cómo lo has conseguido?
—Fijándome en ti
—¡Qué bien! Así podremos cambiar impresiones.
—Y también podré pedirles cosas a tus padres.
—¡Ni se te ocurra!
—¿Por qué? Seguro que ellos también se alegrarán.
—Tal vez, aunque no te lo recomiendo, Te lo digo por mi propia experiencia… Recuerda los tres monos de la sabiduría. No ver, no oír y callar…
Boby pensó que eso era una estupidez, pero no se lo dijo y cuando al día siguiente Laura llevó al niño al colegio y regresó a casa porque había pedido un día libre para hacer varias gestiones, le dijo: —A ver que le enseñarán hoy en el colegio…
Laura dio un brinco poniéndose una mano en el pecho e incrédula miró a Boby, que sentado la miraba esperando respuesta…
Ella entonces susurró… —¡Joder! ¡Que mal estoy! Me ha parecido que Boby me hablaba… —y esbozó una sonrisa.
—¡Claro que te he hablado! —dijo Boby sonriendo también.
Laura gritó y, en lugar de responderle, corrió al teléfono. Marcó un número y cuando la voz de Roberto dijo: “dime” ella respondió —¡Roberto ven a casa cagando leches. Boby me ha hablado!
—¡Pero qué gilipolleces estás diciendo! ¿Para esta chorrada me llamas?
—¡Te lo juro Roberto! ¡Por favor ven ya o me dará un telele!
No había pasado ni media hora cuando Roberto abrió la puerta y lo primero que oyó fue la ululante voz de Boby diciendo: —Hola Roberto! Para seguidamente soltar un ladrido de alegría.
Roberto que había regresado pensando que su mujer había tenido un brote psicótico un poco más y tiene un pasmo.
Una vez repuesto de primer impacto le cogió la mano a Laura y le dijo: —Vamos a hablarlo en la habitación.
El perro no le dio mayor importancia y espero tranquilamente tumbado a que salieran.
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Pasadas tres semanas Boby después de pasar por varios programas de radio y de televisión y, lo que es peor, por las manos y máquinas de un montón de científicos, ya tuvo muy claro cuánta razón había tenido Bernardo cuando le contó lo de los tres monos de la sabiduría por experiencia propia…
Los Tres Monos Sabios – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés