RELATO CORTO CANDIDEZ
CANDIDEZ
Miguel era un hombre de éxito. Había empezado desde cero y, en pocos años, convertido una idea en una importante empresa con presencia internacional.
Una parte muy importante de este meteórico ascenso se debía al rigor con el que seleccionaba a sus colaboradores. Pagaba sueldos muy elevados y permitía una buena flexibilidad horaria, a cambio de sus tres pilares fundamentales: conocimiento, disciplina y responsabilidad.
A su juicio eran esos tres puntales los que le habían permitido triunfar en todos los aspectos, incluyendo el magnífico bienestar familiar que había logrado.
Su inquietud le conducía a tratar de aprender en todos los aspectos de la vida, ser disciplinado en sus cometidos y siendo adalid en el aspecto de la responsabilidad. Era un buen esposo, un buen padre y un empresario visionario capaz de transmitir a la plantilla de su empresa estos valores y la ilusión por los logros.
Todo ello lo hacía de manera sencilla y espontánea y sin permitir que ninguno de los tres aspectos fundamentales de la vida: salud, dinero y amor, hiciera colapsar a cualquiera de los otros dos.

Este orden, este instinto y esta sobriedad le habían llevado a lo más alto. Al cumplir los 55 años habló con Marta, su esposa, para compartir con ella su última idea y conocer su opinión al respecto.
—Marta, —le dijo— he pensado que tenemos una importante fortuna que nos permite afrontar el futuro con absoluta tranquilidad. Hemos preparado a nuestros hijos, tanto a Manuel como a Isabel, con valores, conocimientos y en la cultura del esfuerzo. Tengo la certeza de que ambos están perfectamente preparados para regir la empresa y a mí me gustaría jubilarme…
—¿Jubilarte? —le interrumpió Marta— pero, si tu necesitas estar siempre activo. ¡Es una parte importante de tu vida!
—Soy consciente de ello Marta. No me has dejado terminar. Quiero que nuestros hijos lleven la empresa y, naturalmente, cualquier duda o problema yo estaré allí para ayudarles, pero necesito tiempo para poner en marcha una idea.
—¿Una nueva empresa?
—Si y no. No se trata de un negocio, pero en el fondo es lo mismo. La vida, la sociedad y, porque no, la suerte nos ha dado mucho. Me siento en la obligación de devolver una parte a la sociedad.
—¿Quieres hacer una donación? Si lo crees necesario por mi no hay ningún inconveniente.
—No. No se trata de esto. Siempre he pensado que al que tiene hambre es mejor enseñarle a pescar que darle un pez… Lo que quiero hacer es dedicarme a la política, para dirigir el país como una empresa. Darle riqueza, pero sobre todo transmitir a todo el mundo nuestros pilares: conocimiento, disciplina y responsabilidad. Si consigo llegar al poder, estoy seguro que en pocos años tendremos el mejor país de Europa.
—Pero Miguel, si cada vez la gente tiene menos ganas de estudiar o trabajar… ¿Piensas de verdad, que alguien va a hacerte caso?
—Lo mismo me decían cuando creé la empresa y mira tú la implicación que tiene el personal.
—Porque has sido muy hábil seleccionándolo y les has tenido muy bien pagados y sin explotarlos.
—Un país es solo una empresa muy grande. Al principio costará, pero poco a poco y en vista de los resultados, la gente se dejará de ser influencers en TicToc, Youtube, X y todas estas cosas improductivas. Verán que la mejor manera de disfrutar de una excelente posición es la cultura del esfuerzo.
—Es la primera vez que, aunque evidentemente te secundaré en lo que decidas, que creo que estás pecando de candidez.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ya verás como no! Planeo invertir unos 50 millones de euros para llevar a cabo una muy eficaz campaña publicitaria para presentarme con opciones a las próximas elecciones. Las siglas del partido serán: PUFE Por Un Futuro Excelente. Había pensado inicialmente Por Un Futuro Mejor, pero la verdad es que las siglas pronunciadas PUF M en según qué entonación quedarían fatal.
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Como faltaba menos de medio año para la convocatoria de elecciones, Miguel con el apoyo de Marta y de sus hijos empezó la campaña promocional de su nuevo partido PUFE.
Decidió que su campaña no se basaría en el insulto, el exabrupto y la descalificación de los adversarios. Estaría cimentada en la educación y el respeto. Ofrecería programas concretos y argumentados.
Comenzaría, si llegaba al poder, por reformar de manera profunda la enseñanza. La carrera de magisterio pasaría a ser la de corte más alto para poder elegirla. Se obligaría a los maestros a ser educadores además de enseñantes.
Sería imprescindible recuperar la enseñanza de valores, la disciplina y el cultivo del pensamiento, para que la juventud se incorporara a la sociedad con ilusiones y preparada para alcanzar altas cotas de eficacia y rendimiento.
Describió con precisión sus bases para la macroeconomía y el tiempo que se precisaría para llegar a alcanzar la bonanza económica incluso en los niveles más desfavorecidos. Evidentemente para ello reduciría gastos innecesarios como tener un montón de ministerios vacíos de contenido.
Propondría también que en las elecciones futuras el porcentaje de votos no emitidos, que ahora no influyen para nada, se convirtieran en asientos vacíos en el parlamento y el senado. Era fundamental que el buen hacer de los políticos llevara la ciudadanía a las urnas…
Todos los aspectos de su programa eran fácilmente comprensibles y relativamente sencillos de poner en práctica. La mayoría de economistas los elogiaban sin fisuras. Estaban convencidos de que llegaba una nueva era de prosperidad, después de años de vacuidad política y corrupción. Era hermoso vislumbrar finalmente transparencia en los planteos. Se protegía al empresario, se protegía al trabajador y se descabalgaba del sistema a los vividores, con independencia de su nivel económico.
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Llegaron las elecciones y comenzó la campaña. Poco después los partidos de derechas tildaban a Miguel de comunista y expoliador. Los de izquierdas de nazi y explotador…
Cuando Miguel aparecía en los medios, jamás usaba el insulto contra sus oponentes. Incluso cuando le mostraban imágenes con la sarta de sandeces que alguien decía de él, se limitaba a decir: —No puedo opinar sobre alguien a quien no conozco y que, hasta el momento, no ha presentado ningún programa de gobierno. Pienso que la población es los suficientemente inteligente para elegir lo que más le convenga.
La corrección, la concreción y las buenas formas marcaron la campaña de Miguel, que estaba convencido de obtener unos excelentes resultados.
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La noche del día de las votaciones, Miguel junto a su familia estaban expectantes frente a la pantalla gigante instalada en la sede del partido.
La única que no tenía las cosas tan claras era Marta que, anticipándose a los resultados le dijo a Miguel: —recuerda lo que ya en los alrededores del 1800, Joseph de Maistre, dijo que “cada pueblo tiene los gobernantes que se merece”
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A eso de la 1 de la madrugada, con casi el 95% de los votos escrutados el PUFE no había logrado ni un solo escaño.
Miguel, algo decepcionado, esbozó una sonrisa y le dijo a Marta: —Tenías razón querida. He pecado de candidez. He creído que la gente era más inteligente de lo que es. Que le vamos a hacer, me he divertido durante unos meses y ahora voy a seguir ganando dinero, disfrutando de la vida y mirando solo por nosotros.
Candidez – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés