RELATO CORTO EL DÍA EN QUE EL UNIVERSO ME JUGÓ UNA BROMA
EL DÍA EN QUE EL UNIVERSO ME JUGÓ UNA BROMA
Desde que me levanté, supe que el universo había decidido tomarme el pelo. No era un presentimiento, era una certeza absoluta, como saber que el pan con mantequilla siempre cae del lado de la mantequilla.
Empezó con el desayuno. Prendí la tostadora con la solemnidad de un científico en un experimento crucial. Pero en lugar de dorar mi pan, lo catapultó directamente al techo, donde quedó pegado como un murciélago perezoso. Intenté rescatarlo con un cucharón, pero solo conseguí que la mermelada me cayera en la cabeza. Un buen augurio.

Decidí que un café me animaría. Verter la leche parecía una tarea segura, hasta que el cartón, en un acto de rebeldía, decidió soltar todo su contenido fuera de la taza. Mi mesa, mis pantalones y hasta el gato (que me miró con desprecio) quedaron empapados. El café, por supuesto, se había evaporado.
En el trabajo, las cosas no mejoraron. Mi jefe me pidió que ordenara unos archivos urgentes. Los clasifiqué por colores, tamaños y niveles de prioridad… hasta que descubrí que había estado organizando los menús de la cafetería del 2017. Mi jefe, entre lágrimas de risa, me sugirió que me tomara un descanso.
En la calle, un vendedor ambulante me ofreció un paraguas porque el cielo estaba despejado. “No lo necesito”, dije con arrogancia. Dos minutos después, un aguacero bíblico me convirtió en una versión humana de una fregona. El vendedor, desde su puesto, me hizo un gesto de “te lo dije” con una sonrisa que merecía un premio.
Para rematar, entré en una cafetería a secarme. Pedí un té relajante. El camarero, con mirada de pocos amigos, me trajo un espresso doble que parecía capaz de revivir a un muerto. Lo bebí por orgullo y pasé las siguientes tres horas hablando como una ardilla enérgica.
De vuelta a casa, decidí rendirme. Me metí en la cama, dispuesto a olvidar el día. Entonces, el colchón se desinfló. No había escape.
Pero justo cuando iba a declararme en huelga contra el destino, recordé: la vida es como un chiste mal contado. A veces, solo queda reírse… o llorar, pero eso ya lo había hecho con el café. Así que me resigné. Mañana será otro día. O no. El universo guarda más bromas, y yo, por si acaso, voy a dormir con casco.
El Día En Que El Universo Me Jugó Una Broma – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés